Cuadros de Lince - El Lince Ibérico

Láminas de arte para cuadros. Cuadros de lince impresos en lienzo

Un magnifico Lince ibérico que acaba de asestar un zurriagazo a una Perdiz, pero que habra de conformarse solo con tres plumas del pecho. Este cuadro es una pintura al óleo sobre lienzo. Cuadros de linces de Manuel Sosa © 2005

"Por las plumas"

Lince y Perdiz roja. ( Lynx pardina ) & ( Alectoris rufa )
Cuadros de linces

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El misterioso Lobo cerval

  Hace muchos, muchlsimos años, cuando las historias no lo habían sido sino en la imaginación de los hombres, un puñado de héroes griegos encabezados por Jasón y a bordo del navío Argos se hicieron a la mar en busca del Vellocino de oro que custodiaba en tierras lejanas un inmenso dragón. Estos griegos, conocidos desde entonces con el nombre de Argonautas, llevaban como piloto a un hombre excepcional, capaz de ver a través de las murallas y reconocer de una ojeada el fondo del mar. Su nombre era Linceo, y los relatos sobre su vista portentosa circularían durante siglos por todas las tierras del mundo
conocido. Pero la memoria de los hombres es débil. Alguien, alguna vez, olvidó la historia de los Argonautas y atribuyó la extraordinaria capacidad visual de Linceo a un animal misterioso , temido, sólo entrevisto en ocasiones en lo más profundo del bosque , que era conocido por un nombre muy semejante al del héroe mitológico. Desde entonces es proverbial decir de quien ve muy bien que tiene una «vista de lince» y que «es un
lince » quien rápidamente se da cuenta de todo. Esta historia ilustra perfectamente lo que durante centenares de años ha sido el conocimiento del hombre sobre el lince, al que viejas crónicas llaman gato cerval, gato lobo y lobo cerval. Una mezcla de errores, leyendas, temor e ignorancia. «En la Edad Media -cuenta Lavauden , famoso zoólogo de principios del siglo- el lobo cerval era objeto de un terror supersticioso.
Se le suponía muy raro , pues quienes mataban por casualidad un lince no podían aceptar que aquel animal de talla más bien reducida fuera la misma fiera que era sujeto de tan terroríficas leyendas. » Se daba por hecho que el gato lobo debía ser al menos tan grande como los verdaderos lobos, con grandes orejas puntiagudas, poderosas mandíbulas , enormes y pesadas garras, el lomo rayado o moteado , una larga cola terminada en un mechón y, sobre todo, la mirada refulgente y diabólica. De aquella época provienen cuadros de linces y muchas de las figuras que representaban al diablo con algo de gran gato, ya sean los ojos, ya las garras, ya el rabo o las orejas en punta. Pero el lince, poco a poco, está dejando de ser un misterio. Aún es mucho lo que falta por conocer sobre su biología, ciertamente, pero cada vez son más los estudiosos empeñados en desvelar todos y cada uno de sus secretos. Mas el conocimiento, el fin del misterio, ha traído una evidencia: el lince es muy escaso, desaparece rapídamente de nuestros últimos bosques y posiblemente será sólo un recuerdo antes de que lo conozcamos bien. Un hombre vigoroso, con coraje y sangre fría, podría en rigor, sin armas, salir triunfante del ataque de un viejo lobo. En un combate con un lince sucumbiría con toda seguridad.» Tan encomiástica afirmación en boca de un experto, aunque sin duda polémica y susceptible de discusión, da perfectamente idea de las facultades de nuestro gato. Sus manos, terminadas por uñas retráctiles largas y afila das como navajas, están dotadas de una fuerza terrible y se mueven con vertiginosa rapidez. Los linces, al menos en Doñana, son zanquilargos , con aspecto de galgos o delgados podencos. Sus largas patas -al ver un lince en la naturaleza sorprende este detalle, que no reflejan bien la mayoría de los dibujos, cuadros de linces y fotografías- le permiten correr velozmente y saltar con enorme agilidad. En Polonia se han medido al lince saltos de hasta 5 m, y aún mayores si el animal partía de lo alto de una rama. Persiguiendo a las presas la longitud media de cada zancada es de unos 2 m. En este pintura de Manuel Sosa, observamos retratado en un cuadro al óleo a un magnífico Lince ibérico cazando una Perdiz roja. Su capacidad para trepar es bien conocida, pero suele ignorarse que su aversión al agua no le impide ser al menos un mediano nadador. No es, sin embargo, un buen fondista. Alertada la presa. o fallado el primer intento de capturarla. el lince abandonará la persecución. En caso de que sea él mismo el perseguido subirá a lo alto de un árbol. mas si el terreno es descubierto se dejará coger. agotado, tras unos centenares de metros de veloz carrera. Y a hemos dicho de dónde proviene la idea de la extraordinaria vista del lince. El profesor Lindemann utilizó dos jóvenes ejemplares cautivos que él mismo había criado desde muy pequeños para realizar experiencias que le informaran acerca de su agudeza visual. Con este fin situaba al lince en un lugar fijo y desplazaba ante él, a distancias variables, animales disecados. En invierno, sobre la nieve, sus ejemplares podian ver un corzo a medio kilómetro. una liebre a 300 m y un ratón a 75 m. Si la liebre era blanca, sin embargo. pasaba inadvertida más allá de unos 25 m. Los resultados parecen denotar a un animal con buena vista, ciertamente, pero nada excepcional. Sus facultades auditivas. sin embargo, sí parecen muy superiores a las humanas. La mayoría de los científicos que han estudiado al lince en Europa y América afirman que las presas son localizadas preferentemente por el oído, raramente por la vista y casi nunca por el olfato. Los linces de Lindemann, por su parte, oían un silbido a bastante más distancia de la que podía hacerlo un perro , y casi al doble de la que lo hacía un hombre normalmente dotado.

El ultimo Lince

Propiedad de su alteza Real Felipe VI

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Cuadro de un gran Lince ibérico pintado por encargo para el rey Felipe VI por el pintor de naturaleza Manuel Sosa. Láminas de arte para enmarcar

Los dominios del Lince ibérico

El lince europeo es un animal forestal, característico de las grandes manchas boscosas. No es raro que acantonado en un tipo de bosque, por ejemplo de coníferas, cace en otro, con frecuencia de caducifolios, donde liebres y cérvidos sean más comunes. Puede ocurrir así mismo, en determinadas estaciones, que los linces de toda una región se desplacen a los bosques en que la caza es más abundante, según ha sido comprobado en Checoslovaquia. Su densidad parece entonces muy elevada, dando la falsa impresión de que se trata de un animal más común de lo que en realidad es. También el lince ibérico parece precisar de densa vegetación. Su hábitat original debió de ser el bosque mediterráneo de encinas, quejigos, alcornoques , acebuches, etc., pero hoy en día ha hecho su reino del mar de jaras y lentiscos , retamas y madroñeras, que caracteriza al matorral, donde el conejo era, hasta la mixomatosis, extraordinariamente abundante. Los requerimientos de ambas especies de linces parecen concretarse pues en una densa cobertura vegetal que les otorgue protección y una densidad de presas potenciales que garantice su alimento. Por esta razón, una de las mayores amenazas para su supervivencia es la destrucción de los bosques autóctonos y su sustitución por arbolado exótico, bajo el cual, generalmente , ni existe la protección precisa ni hay presas suficientes. ¿Es libre un lince en libertad? Perogrullo, en esta ocasión, tal vez equivocaría la respuesta. Como muchos otros animales, el lince no puede moverse a su antojo por las dilatadas extensiones del bosque, sino que tiene unos cazaderos concretos, limitados: su territorio. Si sale de allí probablemente será atacado por otros congéneres y tendrá que repleg arse. Poco sabemos sobre la territorialidad del lince español. Un interesante estudio, aún no concluido , de un pintor en una sierra extremeña permite pensar que los territorios son pequeños (unas 300 hectáreas) y contiguos. En realidad, fundándose en lo que se sabe de otras especies de lince, se puede prever que serán efectivamente de pequeña extensión (dado que el conejo, presa básica, alcanza densidades elevadas, por lo que no ex ige disponer de un cazadero muy grande) y que se solaparán ampliamente. Observaciones de pintores realizadas sobre una población de linces rojos americanos, en Carolina del Sur, señalan que las hembras adultas son muy individualistas respecto a otros congéneres de su sexo, en tanto las áreas vitales de los machos se superponen muy ampliamente entre sí y con las de aquéllas. El tamaño de los territorios de estos linces oscilaba entre 250 y 500 hectáreas, es decir, muy próximo al que el pintor calcula para los linces españoles. En Suecia, sin embargo, la situación es bastante diferente. Los territorios se so lapan también, pero sus dimensiones superaban las 30.000 hectáreas en el caso de un viejo macho, y eran sólo algo inferiores cuando se trató de una hembra y su cría. La amplitud del área de campeo parece muy relacionada con la distancia recorrida diariamente. Así, mientras un lince en Suecia se desplaza cada día entre 15 y 20 km, un lince rojo en Carolina se mueve unos 3 ó 4 km (en rigor, de 2 a 5 km). Ello induce a pensar que el recorrido del lince ibérico, que parece tener un territorio pequeño , no superará tampoco los 5 km diarios, y probablemente será bastante inferior. Y ¿cómo reconoce un lince las fronteras territoriales de su vecino? ¿Cómo hace notar las de su pro piaparcela? Aunque los mecanismos son varios, el papel fundamental parece corresponder a las señales olfativas, basadas fundamentalmente en los excrementos y la orina. Al contrario de lo que se ha dicho y pintado con frecuencia, el lince sólo raramente entierra sus heces, al menos en España, y cuando lo hace es siempre en zonas interiores de su territorio. En los caminos y sendas que lo limitan, en los bordes, el lobo cerval acumula excrementos en cagarruteros muy visibles, que sin duda ejercen el papel de mojones de delimitación. En cuanto a la orina, a lo largo de su marcha el lince va levantando continuamente la cola y liberando a derecha e izquierda pequeños chorritos de la misma -tanto machos como hembras pueden dirigirla directamente hacia atrás- que servirán más tarde como olorosa tarjeta de visita para cualquier congénere que recorra los mismos parajes. El sentido de esta presentación parece evidente: «terreno ocupado». Jornada cinegética Seguro de sí mismo, dotado como está de pocos enemigos, nparte del hombre, el gran gato pone todas sus facultades al servicio de la caza. Son ellas, armonizadas, quienes componen su figura de cazador por excelencia. Aunque observado con frecuencia durante el dia -mas el lince ibérico que el boreal-, su actividad es sobre todo nocturna y crepuscular. Cuando el cielo rojizo da paso a las primeras sombras, acompañando al temprano grito del mochuelo , el lince se despereza en su lecho de hierbas y hojarasca donde se echa a la mañana anterior. Estira las patas con indolencia, bosteza, mueve nerviosamente las orejas culminadas por largos pinceles y lentamente, sin ninguna prisa aparente, inicia la marcha . Un momento muy hermoso para retratar al Lince ibérico. Para entonces duermen ya las urracas, pero tal vez algún arrendajo retrasado le importune con sus gritos, que anuncian a la comu ni dad del bosque la proximidad del cazador. Sus desplazamiento son siempre al paso, y sólo pretendiendo escapar furtivamente de una amenaza iniciará un largo trote, seguido de enormes y rápidos saltos de galope si el peligro se acerca. La técnica de caza es sencilla. A medida que se desplaza por la senda que han abierto en la maraña ciervos , corzos y jabalíes, el lince mira a su alrededor y, sobre todo , escucha. Un ligero ruido, monótono e imperceptible a oídos humanos, llama su atención y lo inmoviliza repentinamente . El cuerpo se echa al suelo, los miembros flexionados , la mirada fija. Una liebre come en un pequeño claro, a no más de 50 m. Con los músculos tensos, sigiloso como un reptil, bello y elástico como todos los félidos, el cazador rececha a su presa en una cautelosa aproximación que puede durar largos minutos. La liebre, ajena a todo, está ya ahora a menos de 10 m, y el lince ha quedado quieto encogiéndose como si él mismo fuera un muelle.

Cae el dia para este gatazo, joya carnívora de Iberia. Orgulloso, altivo, y ahora mimado, con poco mas de cien hermanos vivos en el planeta. Otra de mis composiciones en ‘L’ invertida, solo quebrada por el torso del felino. Cuadro de un gran Lince ibérico sesteando en una roca gozando de los ultimos retazos de sol. Una pintura de Manuel Sosa © 2012.

Lince Ibérico sesteando

(Lynx pardinus)

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El menú del lince

    Parece innegable que los linces están especializados en la captura de lagomorfos, es decir, liebres y conejos, si bien en algunas zonas, donde estas especies no son comunes, sean los ungulados, principalmente, en Europa, el corzo, quienes paguen más pesado tributo al rey de los cazadores forestales. En España empezamos ya a conocer con datos concretos cuáles son, y en qué proporción, las presas del lince, y es de esperar que estudios en curso, principalmente en el Coto de Doñana, nos permitirán establecerlo con más precisión. Miguel Delibes, junto con Fernando Palacios, Jesús Garzón y Javier Castroviejo, han podido analizar 16 aparatos digestivos de otros tantos linces que, por desgracia, habían sido cazados furtivamente en Sierra Morena y los Montes de Toledo. Así mismo han examinado 37 excrementos recogidos en las sierras que limitan Cáceres y Salamanca, posiblemente el enclave más septentrional de la especie, a no ser que aún exista en los Pirineos Los resultados de los análisis citados permitían estable- cer que en 85 presas ingeridas por el lince ibérico había 48 conejos, 3 liebres, 13 ratones de campo , 3 lirones , 3 topillos , 2 r a tones comunes, 2 roedores no identificados, 3 tordos , 3 perdices , 4 aves indeterminadas y 1 lagarto. En Doñana la dieta es algo diferente, ganando en importan cia los conejos, patos y ungulados, y perdiendo los roedores. Sobre 126 presas dilucidadas de análisis de excrementos, había 11 O conejos, 5 roedores, 2 jóvenes ciervos o gamos, 7 ánades y 2 aves de otros géneros (una de ellas probablemente perdiz). En cualquier caso resulta evidente: a) que los linces españoles se alimentan básicamente de conejos, por lo que la mixomatosis ha debido suponerles un golpe de incalculables consecuencias ; b) que cérvidos y perdices apenas tienen importancia en su menú, lo que queda resaltado si tenemos en cuenta que gamos, ciervos y perdices son en Doñana extraordinariamente abun dantes. Ambas conclusiones fuerzan a considerar irracional la persecución a que los linces, como otros carnívoros, son sometidos en los grandes cotos de caza, donde con frecuencia es necesario recurrir a tramperos profesionales para limitar el número de conejos. Por otra parte, como veremos, el lince es principal protagonista de la limitación de población de otros carnívoros, especialmente el zorro. El nombre de gato y lobo cerval con que el lince ha sido tradicionalmente conocido debe provenir de su capacidad para capturar y dar muerte a los ciervos, de tamaño muy superior al suyo. Llevar a cabo performances de este tipo exige disponer de una perfeccionada técnica de matar, que a nuestro gato no le falta.
En el cuadro de más arriba, se aprecia magnificmente a un lince en un lance hacia una perdiz.
Aunque pocas veces ha sido representado en pintura, el lince ataca generalmente a los grandes animales saltándoles al cuello, de forma que una vez sujeto éste con las garras pueda con los caninos hacer presa en la garganta, provocando la muerte por sofocación. En el escenario de la captura no suelen aparecer señales de lucha , lo que ha motivado cierta sorpresa en los científicos, dado que la asfixia de un gran ungulado debe llevar bastante tiempo y se trata de animales de considerable tamaño que, incluso caídos en el suelo, deberían defenderse. Los etólogos piensan hoy dia que el shock sufrido por la presa al ver de pronto al lince sobre ella es de tal naturaleza que provoca una parálisis de terror. Observa ciones llevadas a cabo por Miguel Delibes en Doñana sobre presas recién muertas permiten asegurar que el mordisco en el cuello es también el sistema habitual de dar muerte a animales más pequeños, como conejos y ánsares. Las presas matadas en los claros son habitualment e transportadas a un lugar oculto para ser comidas allí. Valverde ha relatado el caso de un conejo caído en un cepo que fue trasladado, con trampa y todo, más de un kilómetro , y un joven ciervo fue arrastrado 140 m. Estas son, sin duda, distancias excepcionales, y se conocen casos en que la víctima ha sido devorada prácticamente en el mismo lugar en que fue muerta. Tal parece también el caso del lince nórdico, que suele cazar en lo profundo del bosque, aunque pictóricamente, no tan hermoso como el lince ibérico. El pintor sueco Haglund ha escrito a este respecto: «El lince muestra unas pautas de conducta muy fijas, que es casi incapaz de modificar. Su costumbre de cazar en un sitio, comer allí mismo, dormir luego y comenzar más tarde una nueva partida cinegética, lejos del lugar -de la precedente, distribuye el tributo de animales presa dentro de una amplia área. Esto mantiene la densidad de caza menor por encima de un límite mínimo, lo que le resulta ventajoso. En lo que concierne a la caza mayor, sin embargo, el método parece antieconómico.» Efectivamente, si el lince captura un joven ciervo y tras comer de él abandona la zona, y por tanto la presa, en busca de nuevas correrías, no llegará a consumirlo en su totalidad. Normalmente, los linces de Doñana devoran en estos casos 1 ó 2 kilos de carne del codillo o los muslos, dejando el resto, que no vuelve a ser visitado, semienterrado en la arena o simplemente oculto entre la vegetación y del que darán buena cuenta los jabalíes. Generalmente los conejos son devorados totalmente, con exclusión del paquete intestinal, y las aves, que son torpemente desplumadas, también. No se conoce ni un solo caso en que el lince español haya acudido a la carroña o vuelto a comer de una presa abandonada en días anteriores. El hecho, sin embargo, no parece raro en el resto de Europa ni en Norteamérica, teniendo por protagonistas a los linces boreal y canadiense. En Checoslovaquia, por ejemplo, un lince fue muerto por la noche, confundido con un zorro, cuando comía de un cadáver de caballo, mientras un estudio llevado a cabo en Canadá permítió ver que los linces acudían al ganado doméstico muerto y desenterraban liebres semidevoradas, previamente escondidas, para acabar de consumir.

 

Lince en la niebla

Lince (Lynx lynx)
Cuadro de linces

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   Un lince raramente matará más de una presa en una sola noche, y serán varias las que no conocerán el acierto de su parte y deberá pasar en blanco. Sin embargo no faltarán los intentos, pues el gato cerval, por bien conformado y dotado que esté para la caza, no siempre tiene éxito. La mejor escopeta, el mejor cazador, marra a veces un tiro, y la máquina de matar que es el lince no supone ni con mucho la mayor excepción. Una ligera ráfaga de viento, el chasquido de una ramita o el rodar de un guijarro pueden alertar a la presa y echar todo a perder. Varios científicos, en Norteamérica y Suecia, han estudiado el porcentaje de éxitos y fracasos en la jornada cinegética del lince, basados en ese diario de campeo, nítido para ojos expertos, que todos los animales dejan escrito en la nieve tras su paso: los rastros. Los resultados obtenidos, por qué no decirlo, empañan un poco la imagen de cazador sin par que del lince se nos ha presentado. O tal vez sea más cierto y más justo considerarlo así, enaltecen la figura de corzos y ciervos, conejos y liebres, perdices y ratones que tantas veces han sido considerados meras víctimas propiciatorias. En Suecia , los linces estudiados por el profesor Haglund intentaron capturar corzos en 44 ocasion es . En 9 de ellas la presunta presa descubrió al predador y huyó sin dar e opción ni siquiera a intentar la captura . Otras 12 veces el intento se produjo, mas fue fallido. El porcentaje de corzos abatidos fue pues ligeramente superior al 50 % de los lances . Los éxitos resultaron más frecuentes en la cacería de renos que, tal vez debido a la domesticación, eran menos hábiles para detectar el peligro. De 65 renos acechados, 64 llegaron a ser atacados y 45 , aproximadamente el 60 % fueron muertos. La caza menor, por el contrario, parece mucho más difícil de capturar. Sólo el 35 % de los ataques a liebres, el 29 % de los realizados contra urog allos y el 19 % de los sufridos por grévoles y lagópodos culmina ron con éxito, en tanto fueron bastantes las ocasiones en que estos animales, alertados, escaparon del predador. Los estudios de Nellis y Keith con el lince del Canadá proporcionan resultados aún inferiores. De 98 liebres atacadas tan sólo 16 (más o menos el 16 % ) fueron aprehendidas . Con los lagópodos el tanto por ciento de éxitos se redujo al 12, y con las ardillas descendió hasta 8 (una sola ardilla muerta en 13 intentos de caza). En todos los casos, los biólogos han estado de acuerdo en relacionar el porcentaje de capturas afortunadas con las condiciones de la nieve. Una nieve blanda, que no soporte sin ceder el peso del lince, difícilmente le permitirá tomar tras cada salto el impulso preciso para el siguiente. La caza, en esas condiciones, carece de posibilidades de éxito y con frecuencia el gato manchado ni siquiera la intentará, pasando junto a las presas sin concederles ni una mirada. El lince y el zorro En España, y en gran pa rte de Europa, el zorro se ha convertido en una auténtica plaga al encontrarse libre de trabas para su expansión demográfica . Uno de sus frenos en el pasado era sin duda el lince, que donde aún existe controla y aleja al superabundante cánido . Tal es el caso de Doñana, y sin duda de cualquier otro lugar en que el gato cerval sea común. La animadversión lince-zorro es probablemente consecuencia de la competencia por recursos tróficos muy parecidos. Bastante a menudo, sin embargo, el enfrentamiento se hace directo, y en la batalla es el zorro quien lleva todas las de perder. Su muerte se produce como la de otras presas, mediante un mordisco sostenido en la garganta, pero a continuación raramente es devorado, limitándose su enemigo a cubrirlo someramente con arena o vegetación. Se han citado casos en que el lince ha llegado a penetrar en la madriguera de un zorro para matar, y a veces semidevorar, a los retoños. Además, las huellas en la nieve han probado que el raposo, al menos en Escandinavia, elude la proximidad del gato, volviendo grupas a toda velocidad, y dando grandes rodeos, cada vez que su vista o su olfato le hacen suponer que el enemigo se encuentra cerca. En España se conocen historias de gatos monteses, zorros, nutrias, meloncillos, ginetas, etc., matadas por los linces. En una ocasión, también, se han encontrado restos de meloncillo en un excremento del gato cerval. En Suecia, los linces sometidos a estudio por Haglund atacaron a zorros, armiños y martas. El mismo autor encontró restos de raposo en dos de los estómagos que pudo examinar. En Norteamérica, por otro lado, se han descubierto algunos casos de canibalismo, tratándose probablemente de hembras que en tiempos de escasez habían devorado a alguno de sus hijos muerto de hambre. La tendencia superpredadora es común en los félidos medianos o grandes. Concretamente, algunos leopardos estudiados en el cráter del Norongoro y en el Serengeti mataban más chacales en determinadas épocas que gacelas o monos -sus presas naturales- y también se les vio y fotografió matando un gato cerval y un cachorrillo de león. Es muy posible que la irresistible atracción que ejerce sobre el lince «la chilla» del conejo esté más al servicio de la búsqueda y matanza del competidor ecológico -gato o zorroque han capturado la pieza en su feudo que de la captura del propio conejo. En cualquier caso, en las campañas de cepeo de conejos, muchos linces caen entre las férreas mandíbulas ele los cepos, atraídos por el grito agónico de un conejo atrapado en una trampa inmediata. Resulta evidente la decisiva importancia de la presencia de superpredadores como el lince en nuestros campos, para mantener la justa densidad de predadores más prolíficos como el zorro, cuyas poblaciones se disparan en cuanto desaparecen sus controladores naturales.

 Lince iberico -  Retrato

Lince ibérico ( Lynx pardina )
Cuadros de linces

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Tiempo de amor

El lince es un animal huraño e introvertido. Sólo el celo mantendrá unidas las parejas durante un corto período, Y más tarde el instinto maternal retendrá a la madre junto a sus cachorros a lo largo de varios meses. A finales de enero y en febrero, en España, cuando la primavera sólo puede barruntarse en el ligero acortamiento de las noches, conocen su apogeo los amores del lobo cerval. En Europa todo ocurrirá un mes o mes y medio más tarde. Se oyen entoncés en el crepúsculo y la oscuridad los roncos maullidos del macho, con acento lastimero, que sólo de tanto en cuando son respondidos por su partenaire. Se les ve juntos, durante el día, sentados al sol a la vera de los caminos. A veces varios machos disputan, y las feroces peleas pueden concluir con la muerte de alguno de ellos. En otras ocasiones, macho y hembra cazan juntos. Localizada una presa, uno de ellos marcha a situarse en algún lugar estratégico por donde se supone aquélla debe pasar. El otro cónyuge, actuando como ojeador, marcha recto hacia ella, acosándola hasta forzarla a pasar por el puesto del oculto cazador. Tras el desenlace, habitualmente afortunado, la pareja comparte amorosamente el botín. El biólogo McCord ha descrito, con todas las limitaciones que impone el basarse únicamente en la «lectura» de huellas en la nieve, las ceremonias de cortejo y apareamiento del lince rojo americano, la especie más parecida a nuestro lince mediterráneo. Según sus observaciones, el lince rojo sería polígamo y no habría enfrentamientos abiertos entre los varios machos que siguen a una misma hembra receptiva. Sí podría ocurrir, en cambio, que los galanes establecieran una especie de jerarquía entre ellos sin necesidad de recurrir a la confrontación directa, sino a base de amenazas, tanto en forma de vocalizaciones como de posturas o expresiones faciales. El cortejo parece incluir muchos elementos que se encuentran ya en el juego de los carní vo:r:os jóvenes. Uno de los miembros de la pareja, el más activo y probablemente el macho, corre alrededor de su compañera, incitándola a la persecución. Otras veces se echa bajo un tronco, una piedra o un matorral, en un comportamiento que McCord llama «de emboscada», para saltar ~ruscamente sobre su consorte y emprender ambos una loca carrera. Cuando la tensión amorosa se incrementa, el macho intenta acercarse a la hembra, que puede responder con cierta violencia, pero sin que en ningún caso llegue a derramarse sangre. Más tarde, sin embargo, tras entrechocar las cabezas (como se ha visto hacer en cautividad a los linces español y europeo) o tratar de mordisquearse el cuello mutuamente durante unos pocos metros, tiene lugar la cópula, que origina en la nieve un pequeño socavón de aproximadamente un metro de diámetro. Cabe suponer que durante el acopla miento el macho muerda a su pareja en la parte posterior del cuello, como suelen hacer otros félidos, pues en todos los casos el investigador americano encontró, junto a las huellas de ceremonia, pequeños mechones de pelo, muy probablemente de la zona de la nuca. El período de receptividad de las hembras parece prolongarse alre dedor de una semana, durante la cual pueden ser cubiertas por varios galanes. La gestación, después, se prolonga algo más en los linces nórdico y canadiense que en los más pequeños y meridionales linces rojo y mediterráneo (aproximadamente 10 semanas en los primeros y poco más de 8 ó 9 en los segundos). Los cachorros Separada del macho, la gata gestante campa por sus respetos, como ajena a su estado, durante más de mes y medio. Sólo entonces parece acantonarse definitivamente en un área reducida, donde escoge el emplazamiento para el nido. Valverde, en Doñana, ha tenido noticias de parideras en huecos de alcornoques (cuatro veces), entre la vegetación más densa de brezos, sabinas, lentiscos, etc. (cinco veces), en viejos nidos de cigüe.as sobre pinos (dos veces). La futur~ madre suele amontonar hierbas y ramas hasta conformar una confortable cama, utilizada luego durante el parto y las primeras semanas de vida de los pequeños. Nunca, según el doctor Valverde, emplearía su propio pelo en este menester. La mayoría de los partos tienen lugar, en España, en marzo y abril. Se ha visto, sin embargo, pequeños gatitos en enero y junio, lo que sugiere cierta variabilidad en la época del celo. Se sabe que el lince rojo puede eventualmente tener dos camadas por año, pero no hay indicios de que otro tanto ocurra con el lince español. Tanto el lince boreal europeo como el canadiense se reproducen tan sólo una vez al año y en un período más fijo y constante que las otras dos especies. Cada hembra de lince mediterráneo alumbra de 1 a 4 cachorros, que nacen con los ojos cerrados. El número más común es 2, pero partos de 3 no son raros, en tanto 1, 4 y sobre todo 5 parecen excepcionales. Los pequeños, que abren los ojos entre los 8 y 10 dias de vida, no pesan al nacer más de 250 ó 300 g, aunque parece haber considerable variabilidad individual en este aspecto. Parece falta de fundamento, al menos como norma general, la afirmación de que el macho colabora con la hembra en la crianza de los gatitos. Más bien debe considerarse que ésta se comporta como una madre modélica, que no sólo defiende, cuida y alimenta a su prole, sino que además se procura, sin ningún tipo de ayuda ajena, su propio sustento. Cuando los cachorros crecen un poco y pueden dejar el cubil, acompañan a la madre en sus correrías. Son entonces encantadoras bolitas de peluche, con caras pícaras y transparentes y verdes ojos inmensos. Su aspecto y ademanes distan enormemente de la fiereza que pueden denotar los adultos. Juegan sin cesar. Corren, se persiguen, suben uno sobre otro dándose manotazos con las uñas retraídas, se muerden, ronronean, importunan constantemente a su progenitora , ejercitan todos sus músculos en lúdicas e inofensivas peleas y persecuciones. Con presas suficientes y una madre capaz de conseguirlas, la vida no les plantea ningún tipo de problemas, o al menos así paTecen darlo a entender. Para animales tan vulnerables como los cachorros de los carnívoros, antes de su completa instrucción en la caza y definitiva emancipación , la dependencia de la madre resulta fundamental para la supervivencia . Cuando los carnívoros no son sociales -al contrario que en leones o lobos, entre los que son frecuentes la adopción y nurserie-, cuando habitan en un medio enmarañado donde es fácil perderse y, por si fuera poco , su olfato es mediocre, los mecanismos para mantener el contacto familiar han de resultar exquisitos. En el caso de los linces -pobres de olfato , habitantes de uno de los medios más sombríos, de capa absolutamente homocroma y terriblemente individualistas- madres e hijos se localizan y mantienen el contacto mediante la vista y el oído. Y en el control óptico tiene una extraordinaria importancia la corta, llamativa y característica cola del lince, terminada en una negra borla, enmarcada en su base por una franja clara. Cuando los linces avanzan entre brezos, jaras o madroños, su corta cola, enhiesta , vertical, se mueve nerviosamente, como un pequeño semáforo que reluce con cada rayo de sol. El tamaño del lince permite al pequeño heliógrafo destacar muchas veces sobre el herbazal o la maleza, siempre en movimiento, como tratando de llamar la atención.

 

Un habilidoso Lince ibérico atrapa por sorpresa a una escurridiza liebre. Este cuadro es una pintura al óleo sobre lienzo. Manuel Sosa © 2021

Lince cazando liebre

(Lynx pardinus)

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En vía de extinción

La historia de la distribución de los linces en España Y Europa apunta en una dirección muy clara y definida: ,la extinción. Sólo recientemente, reintroducidos en algunos pruses Y seriamente protegidos en otros, parecen abrirse ante el futuro de los últimos grandes felinos europeos perspectivas más halagüe.as. Según los estudios del biólogo checo Kratochvil, a principios de la era histórica los linces vivían casi en la totalidad de Europa, si exceptuamos Gran Bretaña, Países Bajos, Dinamarca y parte de Grecia y Portugal (?). Su rarificación fue lenta Y paulatina hasta el siglo XIX, en que aún existían en las regiones menos pobladas y más forestales de casi todos los países del continente. Desde entonces el ritmo de desaparición se ha incrementado terriblemente. Ya en el siglo XX los gatos cervales han dejado de formar parte de la fauna de Italia, Suiza, Hungría y Francia (parece poco probable la existencia de linces, europeos o mediterráneos, en los Pirineos franceses), habiéndolo hecho antes en otros países como Austria y Alemania. Hoy día las poblaciones europeas de linces pueden considerarse reducidas a cuatro: la de la península Ibérica, la de los Balcanes, la de los Cárpatos y la de Escandinavia, Rusia y Polonia. Dejando aparte el lince ibérico, Lynx pardina, y las poblaciones más norteñas, incluidas en la especie Lynx lynx, alguno s autores consi deran a las poblaciones de las otras dos gr andes áreas como subespecies de la especie boreal: Lynx lynx balcanicus, L ynx lynx carpathicus y Lynx lynx lynx, pero la mayo ría no lo admi ten . En cualquier caso es mucho lo que falt a aún por aclarar sobre la taxonomía de los linces europeos. Muy re cientement e el lobo cerval ha sido reintroducido en Baviera (Alemania) . La acusada reducción del área de distribución del lince ibérico parece bastante reciente. En la Edad del Bronce, según revelan los hallazgos en yacimientos arqueológicos, estaba presente prácticamente en la totalidad del país. Aún existía en Vasconia en el siglo XVIII , y en Galicia mediado el XIX. A este respecto son de gran interés las nota s del naturalista español don Mariano de la Paz Graells en su libro Fauna M astodológica Ibérica , que aunque publicado al finalizar la pasada centuria fue escrito mediada la misma . En él podemos leer: « Yo lo he encontrado en los montes de Guada rrama, y hasta se ha dado el caso de entrar en el jardín de la casita de abajo del Patrimonio Real en El Escorial… He recibido ejempl ares para cambiar con otros museos de Europa cazados en Andalucía, Extremadura, Cuenca, Sierra Morena, Salamanca, en las Batuecas y en Palencia y Asturias.

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Los autores

Artículo de la enciclopedia de la fauna ibérica de Felix Rodriguez de la Fuente, ilustrado con los cuadros de Lince ibérico del pintor Manuel Sosa. Estás invitado a disfrutar de su obra completa en la web de su galería https://manuelsosa.com

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