El Lobo ibérico
Retrato del lobo ‘Kirke’. El ocaso se cierne sobre las desforestadas cumbres presagiando la definitiva desaparicion de la especie. El lobo, en primer plano y fatigado de huir parece pedir clemencia pero sin perder su orgullo natural. Hoy se sigue poniendo precio a su cabeza. Oleo sobre lienzo. Manuel Sosa © 1996
El ultimo Lobo
Lobo iberico ( Canis lupus signatus )
Cuadros de lobos
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La figura mítica del lobo
Desde épocas remotas, la pintura, los cuadros de lobos, la mitología y el folklore han representado al lobo (Canis lupus) como ente diabólico al que conjurar. Recordemos las «luperealias››, gestas de griegos y romanos en las que el lobo era el motivo central de unos ritos destinados a propiciar la fecundidad de los ganados y al mismo tiempo a neutralizar el maléfico poder predador del lobo. En el País Vasco se celebraban los « Otsabilko ›› o días dedicados al lobo. En Eslovenia, Rusia y Bulgaria los espíritus de los bosques podían asumir forma de lobo y solían aparecerse a los caminantes para extraviarles entre la fronda. El lobo ha sido representado en la pintura desde el comienzo de la humanidad. La licantropía, enfermedad mental que parecía acometer a los seres humanos, convertía, según la tradición, a los afectados en auténticos lobos que preñaban sobre animales y personas la leyenda del varón que siendo séptimo hijo de una familia de varones estaba fatalmente destinado a sufrir el proceso de transformación en lobo, pervivía en la España del siglo XVIII hasta el punto de que la Inquisición encausó a supuestos licantropos. Según el historiador Apiano, las tribus celtíberas del nordeste de Iberia habían adoptado como símbolo la figura de un lobo. Éste aparece en las monedas de lerda (Lérida) y así mismo los heraldos se cubrían los hombros" con una piel del citado animal. Cuadros de lobos: innumerables referencias encontramos sobre el lobo en la pintura, literatura y en el cancionero popular, y ciertamente el animal no sale nunca bien retratado. Porque según esas referencias el lobo es un encarnizado enemigo del hombre; su condición traicionera y mezquina debe hacerle objeto de la inquina general; su mismo aspecto es ominoso, y su peligrosidad no tiene límites. Ésta ha sido, mas o menos, la imagen que las pasadas generaciones nos han transmitido. Pero el científico y el artista deben poner las cosas en claro. Cuando observamos un ejemplar de lobo adulto nos llama poderosamente la atención su robusta cabeza, portadora de un par de orejas triangulares, y sus ambarinos ojos oblicuos. Su robusto cuello da una sensación de hieratismo, hasta el punto de que a primera vista parece que el animal no puede girar la cabeza. El cráneo es mas estrecho que el del perro, pero está revestido de una formidable masa muscular en la región temporal que le proporciona su característica voluminosidad; el hocico es puntiagudo, y los belfos son más rasgados que los del perro, los fuer tes caninos, las muelas carniceras, delatan las tremendas posibilidades de la caja mandibular al servicio de la predación. En el lobo la muela carnicera superior suele sobrepasar la longitud de los tubérculos de la misma, cosa que no sucede en el perro. La región lumbar del lobo, deprimida, acentúa esta particula- ridad por la cola larga y peluda. Ésta se mantiene laxa durante la marcha y las acciones de caza, pues de esta manera no alerta a sus presuntas presas. La cola abriga el hocico del animal cuando éste permanece echado y constituye un singular instrumento de comunicación intraespecífica en los enfrentamientos por la jerarquía del grupo. Pesan entre 27 y 68 kg, pero algunos especímenes han rebasado como algo excepcional los 90. El peso del lobo ibérico oscila entre el mínimo antes expresado y un máximo de 55 kg. Esto se halla en función de su menor tamaño y aspecto mas enjuto que sus congéneres de las regiones boreales. Para soportar los rigores de los inviernos mas crudos, el lobo cuenta con el pelaje de invierno, que abriga al animal sobre una capa de borra grasienta. Este tipo de adaptación estacional, común a otras muchas especies, modifica considerablemente el aspecto del canino y es mas acentuado en aquellas regiones donde las bajas temperaturas son mas extremas. Por el contrario, los lobos que han evolucionado en regiones de clima más benigno no han necesitado recurrir a la incorporación de una capa pilosa tan exuberante. En líneas generales, en Europa los ejemplares siberianos y nórdicos disponen de una pelambrera mas tupida y clara que sus congéneres centro europeos o mediterráneos. En- tre éstos y dentro de la península Ibérica, los lobos de la orla cantábrica y nordoriental son más oscuros que los de Sierra Morena. Cuando la gruesa pelambrera que el lobo ha llevado desde noviembre a abril se desprende, descubre un cuerpo enjuto y a veces incluso demacrado, que delata las privaciones sufridas du- rante el duro invierno. Entonces, el cánido ostenta tonalidades más bermejas, el color grisáceo y oscuro del invierno da paso a un embazado o pardo en las patas más azafranado en el vientre y extremo inferior de la cola que en el resto del cuerpo. Hoy en día son excepcionalmente raros los casos de melanismo en los lobos europeos. Sin embargo, este fenómeno se daba con cierta frecuencia en algunos países siglos atrás. En Suiza, concretamente, había lobos negros en el siglo XVI en la región oriental, en Alemania se localizaron algunos ejemplares también negros en la Sajonia. Un lobo puede vivir hasta trece o catorce años, aunque en es- tado salvaje es poco probable que la mayor parte de los individuos alcancen dicha edad. Las condiciones cada vez mas difíciles que reinan en el ambiente ecológico como consecuencia de la intervención humana no permiten, ciertamente, un normal desen volvimiento de la especie. Una tonalidad canosa en la pelambre denuncia al lobo viejo. Estos animales campean generalmente solitarios por sus feudos habituales y no suelen entrar en competición con otros indivi- duos más jóvenes durante la estación reproductora. Los pintores y científicos han diferenciado en veintitrés subespecies las distintas poblaciones de lobos extendidas por todo el hemisferio boreal. En la península Ibérica se encuentra una sola subespecie, Canis lupus signatus. A principios de siglo, el gran naturalista Cabrera identificó una supuesta raza distinta de la actual, de menor talla y coloración mas rojiza, ubicada en un rincón del sudeste español, pero de la cual no existe hoy ningún vestigio.
La Manada. Lobo ibérico
Lobo ( Canis lupus )
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Antes de que el hombre monopolizara las diferentes energéticas de su entorno natural, los ungulados en estado sal- vaje eran perseguidos indistintamente por todos los animales predadores, incluido el hombre. El lobo hallaba su alimento, pues, en las inmensas reservas proteínicas que constituirían los rebaños de herbívoros que campaban por los espacios abiertos Y helados de la época glacial: ciervos, alces, renos, gamos, caribúes... Con la revolución neolítica y el consiguiente proceso de domesticación, la competencia por las fuentes de alimentación entre el hombre y los demás predadores se acentuó, y aquél procuró a partir de entonces reducir ese tipo de competencia utilizando toda suerte de trampas e ingenio en la empresa. El lobo, como contrapartida, al tiempo que abatía de cuando en cuando herbivoros aún no diezmados por el hombre, parasitaba sobre éste siempre que le era posible, tal y como ha venido haciéndolo hasta nuestros días. En efecto, la dramática relación lobo-oveja ha tipificado como ninguna otra los más viejos relatos y pinturas de lobos, desde los tiempos prerromanos, hasta quedar impresa en las obras de pintores y escritores insignes desde Plauto y Terencio hasta los fabulistas mas populares como Esopo o narradores de cuentos como Pe rrault. Pero el lobo no se halla, evidentemente, en la naturaleza de un jabalí cuando el hambre apriete, aunque el precio a pagar por ello es con frecuencia demasiado alto. Así se conoce un caso, referido por un guarda de los Ancares leoneses, en el que un jabalí fue atacado en la nieve por tres lobos adultos. Tras una lucha enconada en el transcurso de la cual quedó la nieve batida y llena de sangre en un radio de 25 m, los atacantes consiguieron dar muerte a su víctima, no sin que ésta malhiriera antes a algunos de ellos. Terminaremos refiriéndonos al peligro que supone para el lobo el envenenamiento de animales considerados dañinos, y de los cuales eventualmente hace aquél cierto consumo. En efecto, se ha comprobado en varias ocasiones la muerte de un lobo por la ingestión de carroña de zorros y otros animales afectados por el uso incontrolado del veneno. E1 hecho de que el lobo sea consumidor de carroña explica en parte esos fantásticos relatos que nos hablan de personas devo- radas por los terribles animales. Lo cierto es que el lobo puede aprovechar, en efecto, el cadáver de un hombre que haya muerto en el campo, pero ello no presupone en modo alguno un ataque y muerte de dicha persona a cargo de los carnívoros. Seleccíonador natural de herbívoros El normal ejercicio selectivo llevado a cabo por las poblaciones lobunas sobre las especies cinegéticas tradicionales ha sido interferir por el hombre desde épocas antiguas. Impulsado éste por un instinto atávico ha dado muerte, en todo tiempo y lugar y de forma totalmente indiscriminada y abusiva, a toda clase de especies animales. Semejantes actuaciones incontroladas -no detenidas aún- han dado al traste con el funcionamiento conti- nuado y perfectamente estructurada de las cadenas trópicas existentes en el ámbito de las comunidades animales. Suprimi- dos los ungulados salvajes, deforestaras las zonas boscosas, al- terados los hábitats mas diversos mediante explotaciones de todo tipo, trazado de carreteras, degradación del medio, humanización del paisaje..., los predadores -como los restantes animales- han debido acomodarse a las condiciones antinaturales impuestas en el entorno vital por el hombre. Sabido es el importante papel que desempeña cualquier espe- cie en el cumplimiento de una misión específica sin que el lobo tenga por qué ser -no lo es- ninguna excepción. La participación del lobo en el control de herbívoros no se hace solamente de una manera directa, sino que además los cánidos les obligan a desplazarse periódicamente, y evitan con ello los efectos degradantes de un ramoneo excesivo que dañaría seriamente la cobertura vegetal. Por sí solos, los animales litófagos difícilmente mantendrían el equilibrio entre ellos y la materia vegetal a con- sumir. Por otro lado, una falta de animales predadores de gran porte -lobo, lince- se traduciría efectivamente en una explosión demográfica en el seno de las poblaciones de ungulados con la subsiguiente presión de los mismos sobre la vegetación, con lo cual el equilibrio entre población y recursos naturales quedaría roto y en definitiva aquélla degeneraría paulatinamente. La eliminación de los ungulados más débiles o tardos compete igualmente al cánido. A este respecto, puede decirse que sobre nueve observaciones realizadas en el noroeste peninsular en las que el lobo alcanzó y dio muerte a otros tantos ciervos, tres de ellos eran machos de cuerna deficiente, un cuarto franqueaba visiblemente, y otro de ellos había sido mordido por perros y sangraba cuando dos lobos le dieron caza. Ciertamente, la acción del hombre, en sus intentos de suplan- tar la labor natural de predadores como el lobo, deja mucho que desear, hasta el punto de que el ejercicio de la caza, aun en el mejor de los casos, únicamente sirve para ejercer una dudosa selección artificial, guiada por intereses y consideraciones muy particulares. La razón de lo antes expuesto es muy simple y se basa en un axioma ecológico que podríamos expresar diciendo que en las relaciones vitales existentes entre todas las comunidades del planeta, el instinto, como mecanismo de conservación Y perfeccionamiento de dichas comunidades, infinidad de veces pulido por la actuación, mil veces repetido a lo largo de los siglos, se halla por encima de cualquier sucedáneo que con análogo propósito intentase anteponer el hombre mediante cualquier proceso intelectual.
Amor y guerra. Cuadros de lobos
Son muchos los zoólogos que consideran al lobo como antecesor directo del perro. Y entre las muchas razas de lobos, algunos investigadores han elegido al lobo de la India (Canas lupus pallipes) como el mas probable antepasado, entre otras razones porque ladra y no aúlla. Otros, teniendo más en cuenta la diversidad de razas caninas, suponen que otras razas de lobos pueden haber participado también en las primeras fases de diferenciación del perro. Sea como fuere, el hecho es que el perro aparece ya como asiduo acompañante de los cazadores magdalenienses y protoneolíticos hace mas de 10.000 años. Desde entonces, este del anido ha prestado sin duda grandes servicios al hombre. Pero no todo van a ser alabanzas para el perro. En muchos lugares éstos vuelven de nuevo a un estado semisalvaje, convirtiéndose en los llamados perros asilvestrados o cimarrones. Estos perros suelen asociarse en jaurías, prendando con ferocidad sobre el ganado doméstico y alarmando a la opinión pública que, al abrigo de noticias sensacionalistas propagadas sin fundamento, achacan al lobo la culpa de todo. Las investigaciones realizadas por J. Garzón, R. Grande y otros naturalistas nos permiten suponer que la cifra de pérdidas en la ganadería debidas a los perros cimarrones alcanzó casi los dos millones de pesetas en 1975; a estas pérdidas habría que añadir los daños infligidos a la caza menor. Es elocuente el dato re- cogido en 1975 en la provincia de Cáceres para una jauría de cimarrones, a la que se le contabilizaron 200 corderos y ovejas muertas. Aparte del peligro que representa para el ganado la existencia de los perros cimarrones, el hombre se halla expuesto tam-bién a los ataques de tales cánidos, si bien por fortuna esto no sucede a menudo. No obstante, según cuenta R. Grande, se advierte una osadía singular en estos perros, a los que la presencia humana no ahuyenta en muchos casos. En la naturaleza pueden darse también a veces híbridos como resultado del apareamiento entre perro y loba -más difícilmente entre lobo y perra-. Esto ocurre sobre todo en aquellos lugares en que la densidad de lobos es muy baja. A veces la identificación de los híbridos entraña una gran dificultad, pues se da un fenómeno de reabsorción genética por el que los híbridos tienden a adquirir los caracteres primitivos más puros. Pese a todo, nunca existe una identificación total con las formas puras, por ejemplo, la presencia en las patas traseras de uñas suplementarias es un elemento exclusivo del perro domés tico, que jamás aparece en el lobo. La prosperidad de los cimarrones y de los híbridos se halla en relación directa con la destrucción del medio, emprendida con más intensidad que nunca en los últimos años, así como en el abandono irresponsable de los perros domésticos, muchas veces en pleno monte. La expansión de los perros cimarrones se ve frenada por los lobos en aquellas zonas en que éstos son aún abundantes. Es bien conocida la labor de control que ejercen los lobos y los linces sobre las poblaciones de otros predadores de menor porte, que pueden actuar como competidores ecológicos. En circunstancias normales, un lobo no tolerara la presencia de perros en sus pro- ximidades, y aún menos si se tropiezan con él en su territorio de caza o durante la época de cría. Se cifran en unos 200 los perros muertos por lobos a lo largo de 1975 en el noroeste de la Penín- sula. Una vez más la irreflexión humana, al tratar de erradicar a los predadores naturales, ha provocado la proliferación de estos sucedáneos del equilibrio natural.
Lobos del norte
Lobo ( Canis lupus )
Cuadro de lobos
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Respecto al comportamiento dentro de los grupos de caza, es admisible suponer que en el seno de los mismos no se produzcan más diferencias jerárquicas que las impuestas por la normal composición de las manadas, teniendo presente que aquellos individuos adultos participantes como « agregados» en las expedciones no entran en antagonismo con los otros adultos dominan- tes de la manada rectora. Esto explica que aquellas manadas que regularmente se componían de cuatro o cinco individuos durrante los meses de primavera y verano reciban con frecuencia un incremento considerable de efectivos a la llegada del otoño, aun- que esto sucede cada vez con menos frecuencia, debido a la regresión en la población total de lobos. A este respecto nuestras investigaciones nos permiten hablar de una situación estacional en lo que se recre a lobos de la región castellano-leonesa. El lobo se mantiene en condiciones estables en una extensión de unos siete mil kilómetros cuadrados, que representan el 1,3 % del territorio peninsular. En el resto de Iberia, la extraordinaria dispersión de la población -salvo en puntos muy concretos de Sierra Morena, norte de Portugal y Galicia- explica la hibridación con perros cimarrones, las actividades cinegéticas en soli- tario y la difusión de los hábitos carroñeros. La excesiva densidad de lobos en un biotopo determinado suele desencadenar una reacción agresiva por parte de los lobos más veteranos que acaparan las hembras, y en cuya operación suelen ahuyentar a los individuos más jóvenes e incluso matarlos si ello puede garantizar la hegemonía de los dominantes. Sucede lo mismo entre los machos como entre hembras. Se ha podido que comprobar también en ciertas áreas del noroeste peninsular que la ocupación simultánea de un biotopo por varias familias de lobos origina terribles enfrentamientos entre ellos. Reacciones agresivas de este tipo ocurren también en cautividad. Según refiere Gerald Menatory a este respecto, lobos jóvenes han sido atacados y muertos por individuos adultos que compartían el mismo espacio vital dentro de un cercado. Es admisible en términos generales que así ocurra dicho fenómeno relacionado con el despliegue del cortejo por parte del w macho hacia la hembra, así como en las relaciones de ambos para con sus crecidos vástagos de apenas un año. Porque, aunque éstos no supongan un elemento de rivalidad en el proceso de encelamiento -la madurez sexual no es alcanzada por el lobo antes de los dos años-, el macho adulto de la manada quiere curarse en salud eliminando si le es posible futuros enemigos en ese terreno. Otro tanto podemos decir de las hembras, las cuales lle- gan a herir a otras más jóvenes que pudieran hacerles la competencia atrayendo a los machos. De todos modos, esta faceta del comportamiento de los lobos se halla sujeta a diversos condicionantes Y podemos asegurar, a través de las experiencias acumuladas en investigaciones sobre lobos ibéricos en estado salvaje, que si bien en la época de celo los lobos adultos dirigentes del grupo social se muestran en gran manera irritables y agresivos hacia sus congéneres del mismo sexo, la tolerancia es francamente buena entre los distintos componentes del eran familiar y es frecuente descubrir grupos compuestos por individuos nacidos de una camada primeriza, sus progenitores y con ellos los retoños nacidos de otra posterior. Teóricamente, llegarían a for- marse manadas de mas de una docena de individuos, pero en realidad no sucede tal cosa. Hemos de pensar que una hembra de tres o cuatro años no es demasiado prolífica en sus primeros partos, de manera que en aquellos casos en que existe una unión entre una pareja apta ya para reproducirse pero joven, los efec- tivos totales de la familia alcanzarán probablemente los cinco o seis ejemplares. En el mejor de los casos, en años sucesivos la misma hembra puede llegar a parir hasta siete u ocho lobeznos. Sea como fuere, cuando éstos alcanzan los cinco o seis meses de edad, sus hermanos de la camada anterior se hallan ya en edad de emparejarse y la manada se ve reducida entonces, con la deserción de los sub adultos, al cuadro familiar más típico constituido a la sazón por la pareja adulta progenitora y los pequeños na- cidos en la última primavera.
Lobos al amanecer
Lobos del Norte (Canis lupus)
Cuadros de lobos
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El celo
En invierno, generalmente entre finales de enero y mediados de marzo, los lobos proclaman sus amoríos. Machos y hembras se unen por parejas, y delimitan un territorio marcándolo mediante deposiciones de excrementos en puntos visibles, de modo que faciliten a otros congéneres el reconocimiento de dichas señales. Para entonces, la pareja había expulsado del territorio elegido a otros posibles miembros del grupo en el que se hallaban integrados. En ocasiones se dan entre los machos de una manada combates por el puesto de hegemonía sexual que resultan encarnizados, aunque raramente fatales para ninguno de los contendientes. En algunos casos - sobre todo si la dispersión de la población es grande -, la pareja puede permanecer unida mas allá del periodo reproductor. Por el contrario, en otros casos sigue manteniéndose la coherencia del grupo durante la época de celo en aquellas regiones con densidad de población elevada debido a la abundancia de alimento.
‘Toparse con un Lobo ibérico en medio de un bosque es ya casi un sueño, como lo es este cuadro. Durante cinco años he visitado casi a diario este robledal junto a mi casa y jamás he visto un solo hombre por alli. Entonces, ¿por qué no hay lobos? “el último lo abatimos hace veinte años” me responde Vitorio…’ Este cuadro es una pintura al óleo sobre lienzo. Oleo sobre lienzo. Manuel Sosa © 1998
El encuentro
Lobo iberico ( Canis lupus signatus )
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La camada
Los partos ocurren tras sesenta días de gravidez, por lo que las casadas nacerían generalmente a finales de abril o comien- zos de mayo, como se ha comprobado en el centrooeste y cuadrante noroccidental de la Península. La loba alumbrara, en con- diciones normales, de cinco a siete cachorros. Para ello se retira a un lugar solitario y recóndito en el que excava una pequeña lobera o terrera, aunque a veces utiliza una simple depresión en el terreno, o un abrigo rocoso, como casos insólitos se citan una camada nacida en un túnel, a pocos metros de la boca, y cubiles en campos rasos de cereal. Los lobeznos lucen al nacer un suave pelo de un uniforme color oscuro, y son alimentados durante las tres primeras semanas con la leche materna. La aparición de las primeras piezas de la dentición de leche hacia la cuarta semana permite ya a los cachorros aprovechar el alimento semidigerido que el lobo macho regurgita para ellos, alimento que es también consumido por la hembra. Sobre este particular, las investigaciones llevadas a cabo en la península Ibérica indican que el compañero de la hembra parturienta caza normalmente solo, pero si la densidad de lobos, así como la de presas, es lo suficientemente alta, cada macho puede participar conjuntamente con otros en la caza. Esto es cada vez menos frecuente, debido a la precaria situación por la que atraviesan los lobos en el ámbito peninsular. A medida que los cachorros van despabilándose, el juego pasa a ocupar un primer plano en la vida familiar, como corresponde a animales dotados de alto coeficiente intelectual. Naturalmente, son los pequeños los que protagonizan las manifestaciones lúdicas, y es frecuente verlos saltar sobre sus progenito- res mientras mordisquean las orejas de éstos y les estiran del rabo con la anuencia de la pareja adulta, que no obstante se decide de vez en cuando a propinar un hocicar a sus juguetones retoños. Si la madre intuye que el emplazamiento de la camada puede haber sido descubierto por un posible enemigo -normalmente el hombre-, tratará de instalar a sus pequeños en otro lugar, para lo cual los toma por la nuca y los transporta entre los dientes. El descubrimiento de huellas de jabalí en los alrededores de ciertas terreras de lobo destruidas en territorio de la Beira Alta portuguesa es indicativo, según las averiguaciones practicadas en Portugal por el investigador Paico de Magalhâes, de una incidencia considerable de dichos ruidos salvajes sobre las casadas de lobos. A los tres meses de edad, los lobeznos acompañan asidua- mente a sus progenitores en las acciones de caza. Para entonces el pelaje había sufrido ya un profundo cambio, y en breve mos- trara la nueva tonalidad grisáceo-oscura que les da un sello de madurez fisiológica. Habrán de transcurrir un par de meses mas para que el animal adquiera la auténtica fisonomía del lobato, provisto ya de la dentadura completa. En todo ese tiempo, el aprendizaje de las técnicas de caza constituye un factor fundamental para el normal desarrollo del psiquismo del joven lobo, de la misma manera que lo son también las actividades lúdicas. A este respecto, la persecución humana puede llegar a ocasionar profundos trastornos en' el funciona- miento de los mecanismos propios de la especie. En lo que a la península Ibérica se refiere, la proliferación de batidas en cual- quier época del año, así como el anacrónico y execrable uso del veneno, han reducido hasta límites muy peligrosos la población de lobos. Y si por este motivo desaparecen los padres y la coordinación del grupo familiar se rompe, el balance será más dramático, puesto que, aunque algunos jóvenes supervivientes tengan la suerte de ser adoptados por otros adultos, los demás verán inte- rrumpido su desarrollo integral. Volviendo al aprendizaje de los cachorros, hay que señalar que, como fase preliminar de sus auténticas prefaciones, los cachorros se lanzan a una serie de lo que podríamos llamar «ensayos cinegéticos››: en el momento en que el progenitor masculino -que, como decimos, caza para el grupo aporta una presa viva, los lobeznos juegan con ella, sometiéndola a continuos escarceos en los que hacen gala de una energía inusitada, alternando con giros y conatos de huida, con lo que parecen revelar una actitud de extrañeza mezclada con la curiosidad que caracteriza a los lobos, como un síntoma más de su inteligencia. Aunque existe la creencia popular de que el lobo puede llegar a consumir de una sentada casi una oveja entera, lo cierto es que su capacidad estomacal no le permite ingerir más de 4 ó 5 kg por término medio, si bien un mismo lobo puede vomitar una primera parte de la carne que está ingiriendo y después insistir sobre la presa muerta hasta devorar una cantidad considerable de la misma. Quien haya observado un lobo devorando su presa convendrá con nosotros que la carne es ingerida a grandes bocados, lo cual produce en el animal un acceso de vómito inicial, antes de conti- huar su festín. Esto no ocurre en los lobos bien alimentados, es decir, aquellos que viven en régimen de reclusión y reciben periódicamente su comida. Los gruñidos amenazadores que exhiben los lobos mientras se reparten la presa, cosa que suelen hacer en el mismo lugar a pocos metros de la captura, figuran entre las expresiones de di- suasión de cada individuo respecto a los dejas. Según observaciones de R. Grande, en el noroeste de la peninsu- la Ibérica grupos de cinco, siete o más lobos -frecuentes en deter- minadas zonas durante los meses de otoño e invierno- se desplazan, ya en fila india, ya en dobla fila, pero en este último caso po- día comprobarse que se trataba de los individuos jóvenes. En una ocasión -sierra de la Culebra, Zamora- tres lobados acompañando a una hembra y tres machos adultos se adelantaban a la formación de vez en cuando, llevados sin duda en su carácter juguetón, lo cual provocaba en los adultos reconvenciones en forma de hocicamos y empellones hacia los inquietos cachorros. En el momento de correr tras la presunta presa, los lobos realizan movimientos envolventes cual consumados estrategas. Se ha comprobado, observando sus huellas en la nieve en parajes des- pejados, que los lobos, en grupos de tres, cuatro y más individuos, daban tremendos rodeos con objeto de cortar la retirada al ani- mal perseguido, aunque no siempre sus ataques culminaban con éxito. Los restos de las presas no consumidas en el acto son cuidadosamente escondidos entre la maleza, en un hoyo, o tapados con tierra y vueltos a desenterrar cuando el animal tiene hambre de nuevo. Un lobo permanecerá en un determinado territorio por tanto tiempo como se lo permita la densidad de presas existentes en las proximidades, pero no vacila en realizar largos desplaza- mientos en busca de alimento. Entonces, este predador llega a cubrir hasta veinticinco, cuarenta o incluso más kilómetros en una sola noche, como han podido comprobar diversos autores, entre ellos el Dr. Boitani en sus estudios sobre los lobos italianos a los que se había equipado con transmisores en el Parque Nacional de los Abruzzos. Una ventaja para el subo Un somero examen visual de las huellas de un ungulado en la nieve nos proporciona una idea de la diferencia de presión ejercida por aquéllos y las que un lobo deja moviéndose en el mismo medio. Así, mientras el ungulado se hunde en la nieve de forma ostensible, el lobo consigue desplazarse con mayor rapidez, debido a que sobre el suelo nevado la presión que ejerce sobre ella es menor. El lobo no encuentra, por tanto, demasiadas dificultades para moverse sobre suelo cubierto de nieve, lo que resulta importante a la hora de considerar la mayor eficiencia de este predador en la caza de animales de tundras y taigas, así como de cualquier otro biotopo en el que la nieve caiga durante la estación fría, como ocurre en ciertas zonas de la península Ibérica.
Lobo Iberico
Lobo iberico ( Canis lupus signatus )
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Son muchos los cuadros que representan al lobo en el arte. Se ha dado el caso - comprobado varias veces - de lobos persiguiendo una presa en la nieve, mientras los rebaños de ovejas o de cabras permanecían invocados. Diríase que en el carnívoro se desencadenaba el comportamiento de apetencia que, como es sabido a través de los pertinentes estudios de etología, impulsa al animal a realizar una serie de actos cuyo objeto es el deseo de cazar más que el de comer. En cualquier caso, el lobo está adaptado a largas persecuciones en cuyo concurso la resistencia es una cualidad que compensa la velocidad relativamente menor en la carrera. La cooperación en las acciones de caza es otra constante en el seno de los grupos lobunos que conservan aún su tradicional status; pero esto no ocurre, por desgracia, en todas las regiones que cuentan al lobo entre su fauna, ya que la desmembración de las casadas impide que los distintos individuos puedan desarrollar el conjunto de actividades que los capacitan para una acción comunitaria provechosa. No es de extrañar que un animal como el lobo, protagonista de tantas historias truculentas, centro del odio humano y cuya vida y costumbres han permanecido desde siempre en el misterio, se encuentre hoy al borde mismo de la extinción. Ha soportado quizás como ningún otro predador la persecución del hombre, a causa de los daños que infligía a sus ganados, pero además porque el miedo que inspiraba y el carácter mítico que se le otorgaba. Resulta fácil comprender, pues, que hoy el lobo se encuentre recluido en reducidas zonas de determinados países. De muchos lugares el lobo ha desaparecido en poco tiempo. En realidad, puede decirse que los efectivos de sus poblaciones han comenza- do a disminuir de una manera drástica a partir de la segunda mitad del siglo XX. Antes, la especie habíase extinguido ya en Francia -hasta 1930- y sólo muy de tarde en tarde han sido vistos algunos ejemplares aislados al sur del país. En Inglaterra se habían dado mas prisa en exterminarlos y no quedaban ya lobos a .principios del siglo XVI, mientras que en Escocia habían acabado con ellos hacia 1711 y en Irlanda hacia 1770. En Suiza no corrieron mejor suerte, pero aún se mante- nían en los Grisones y región de los Alpes Centrales hasta 1947, año en que fue muerto el último lobo. También en Alemania se lo- ealizaba una pequeña población de ellos en la Silegiam, al nordeste del país, a mediados del presente siglo, pero actualmente se hallan extinguidos. En la Europa nórdica quedan algunos lobos en el norte de Suecia y Finlandia -región de la Laponia- y en Noruega. En Suecia se hallan protegidos, indemnizando el gobierno a los ganaderos afectados. Sin embargo, son totalmente inadecuados los el métodos que se pretenden implantar conjuntamente por diversas entidades de los países citados y encaminados a la conservación del lobo en cautividad. Porque aunque el fin perseguido con ello es encomiarle al intentar preservar la vida salvaje, tales métodos, de llevarse a la práctica, conllevarían la adaptación forzada y antinatural de la especie a la que se quiere proteger a una situación artificial que abocaría a la larga a un proceso de degeneración paulatina del status de la población de lobos en cuestión. Como una consecuencia mas, se vería alterado su com- portamiento y en definitiva el resultado sería desaprobatorio y contraproducente. Por lo que a la URSS se refiere, las diferentes poblaciones de lobos se mantienen por el momento en una situación estable e incluso en algunas regiones de la Rusia europea gozan de una si- tuación óptima, a pesar de la persecución de las campañas para el control de lobos. Éstas alcanzaron hacia la mitad del siglo XX altas estas que oscilaron entre los 20.000 y los 35.000 animales cobrados. Estas cifras no han sido igualadas en los últimos años, y mientras los resultados de las anteriores matanzas esta sien- do ya puestos en entredicho, los ecólogos descubren la importan- cia del lobo en la gradación de la cadena ecológica. Desgraciadamente, en las regiones septentrionales de Europa, al igual que sucede en las restantes zonas de tundra, un nuevo peligro ha venido a sumarse a ese otro representado por la persecución hu- mana. Se trata de la contaminación por partículas radiactivas procedentes de la carne de reno que el lobo consume y que el her- bívoro ha acumulado en sus tejidos tras haber ingerido líquenes inficionados por la radiactividad procedente de las pruebas nu- cleares realizadas por el hombre. En Centroeuropa el lobo se mantiene a duras penas, limitado casi exclusivamente a la región de los Balcanes, que recorre 600 km a lo largo de las fronteras de Albania, Yugoslavia, Bulgaria, Grecia y Turquía. Se localiza también el lobo en los Oárpatos, concretamente en la zona fronteriza de Polonia con Che- coslovaquia, así como en la Transilvania rumana. Sólo tres países de la Europa occidental conservan lobos to- davía. Aparte de Italia, España y Portugal presentan una redu- cida población con escasas perspectivas de futuro. Ultimamente, sin embargo, un equipo dirigido por R. Grande llevó a cabo un vasto programa de trabajo orientado hacia el conocimiento más preciso del status del lobo en la península Ibérica. En la provincia de Zamora y en estrecha colaboración con el ICONA de dicha provincia se han iniciado detalladas investigaciones en el sentido antes expresado, tras minuciosos estudios sobre el terreno emprendidos tres años antes. Hay que tener en cuenta que la su- bespecie Canas lupus signatura encuentra sus mejores condiciones genéticas y ecológicas en las provincias de León y Zamora. En el resto de Iberia, con excepción de áreas limítrofes de Gali- cia con Portugal, la población de lobos se halla extraordinaria- mente dispersa y en algunos casos sus antiguos biotopos estan interferidos o colonizamos por los perros cimarrones. Quedan lobos, además de en las creas mencionadas, en Beira Alta portuguesa, puntos muy concretos de los distritos de Evora y Beja en la frontera con Espana, sierras llmltrofes de Caceres y Badajoz, ejemplares aislados en los Montes de Toledo, sierras meridionales de Salamanca -Peña de Francia y Gata-, unas pocas parejas en el sur de Asturias, norte de Palencia y Burgos y algún que otro ejemplar aislado en la logroñesa Tierra de Cameros. En el sur de la Península la especie se halla también desigualmente distribuida. Las sierras de Madrona, Alcudia y Almadén en el Angulo sudoeste de Ciudad Real, mas otros pequeños enclaves de Sierra Morena, albergan una exigua población de lobos totalmente aislados de los del resto de la Peninsula, como lo estan la mayoría Los lobunos. Pensamos, como Jesús Garzón, que la subespecie ibérica Canis lupus sígnatus corre peligro de extinción a corto plazo de continuar al mismo ritmo la dramática regresión que viene sufriendo en los últimos diez años. Es mas: el futuro del lobo en la península Ibérica camina paralelo al propio futuro de la reserva de caza de la Sierra de la Culebra (Zamora) y tam- bién de un posible refugio integral. Del mismo modo, aunque quizá con mayores dificultades, podrían ordenarse en el sur de- terminadas creas para la conservación del lobo en estado salva- je. No sería aconsejable la confinación del lobo en reservas toda resultaría difícil el necesario intercambio genético, se vez que crearían condiciones antinaturales, aumentaría el riesgo de epizootias y, lo que es más importante, llegados a estos extremos, ello mismo denunciaría elocuentemente la trastocacion de los habitats naturales y la descompensación de la armonía ecológica mas aún de lo que pueda estarlo hoy. Efectivamente, si en tantos otros países se ha cometido el magno error de exterminar una especie cualquiera o de reducir sus posibilidades de supervivencia antes de llegar a conocer su ecología, esto debe servir para que intentemos conjurar un peligro semejante en el caso de España y de Portugal. La desaparición del lobo ibérico llevaría implícita la evidencia de una inoperancia general en lo que constituye obligación de todos: la pro- tección de todas y cada una de las especies. Por el momento, la inclusión del lobo como pieza de caza en el catalogo cinegético de España y Portugal ampararía -teóricamente- al predador. Aunque los respectivos organismos de la Administración se pronunciaron en su día favorablemente a este respecto, ello no ha impedido que al lobo se le continúe persi- guiendo y cazando por los procedimientos más variados. Así, según nuestras informaciones y comprobaciones, esto supone un quinto del total. De ellos, el 80 % son abatidos ilegalmente. En no pocos casos, es la propia administración la que, paradójicamente, se ocupa en erradicar de una manera mas o menos directa los distintos núcleos de lobos, especialmente en los terrenos cinegéti- cos supervisados por el Estado. En Portugal la especie no corre mejor suerte, aunque el programa establecido por el equipo que encabeza Paico de Magalhâes y orientado hacia la preservación de la especie cuenta ya con el apoyo de especialistas del World Wildlife Fund y sus estudios sobre la ecología del lobo esta proporcionando buenos resul- tados. En este mismo país, el Parque Nacional de Peneda-Geres constituye el único refugio de Canas lupus signatura. A tal efecto, alrededor de medio millón de escudos se vienen pagando anual- mente en las zonas ganaderas del Peneda-Geres en concepto de indemnización por los ataques de los lobos a los rebaños. Se tratara, además, de introducir algunas modificaciones en el reglamento de caza, en lo que al lobo se refiere. En efecto, Magalhâes ha llamado la atención sobre la prolongación del período hábil para la caza del lobo, que comprende hasta el último domingo de marzo, abarcando así, in apropiadamente, la época de celo. En España, la temporada hábil para la caza legal del lobo con arma de fuego se cierra el tercer domingo de febrero. Respecto a Italia, los doctores Tazzi y Boitani dirigen un equipo de trabajo que esta desarrollando importantes trabajos sobre el status del lobo en la región de los Apeninos centrales y meridionales. Particularmente, el doctor Boitani ha llevado a cabo ya.una primera fase de estudio en el Parque Nacional de los Abruzzos, enclavado dentro de las áreas centrales de la cadena orográfica en cuestión. Auspiciado por el World Wildlife Fund, el doctor Boitani ha realizado minuciosas investigaciones desde el año 1973. Posteriormente se realizó una segunda campaña en la que se incrementaron los datos obtenidos anteriormente con un sondeo ecológico sobre la dinámica de la -población de lobos. En fin, cabe esperar que la conciencia nacional de cada país advierta a tiempo la equivocación en que se ha vivido en las relaciones con el resto de los seres vivientes, pero si la mentalización tarda en penetrar y mientras tanto las especies se extinguen, la imposición de medidas enérgicas debería ser un primer paso en los programas de preservación de las mismas. En el caso del lobo, estamos trabajando para que la especie subsista sin interferir gravemente en los intereses de los ganaderos, pero la responsabilidad de proteger una especie, sea cual fuere, evitando su exterminio, es asunto de todos. Quien pretenda arrogarse el derecho de erradicar una especie de su hábitat natural llevándola al borde del exterminio, merece la repulsa de toda mente lúcida y sensata, pues demuestra con ello, sin lugar a dudas, que ha- ciendo bandera de su ignorancia o de su mala fe trata de impug- nar, pedantescamente, lo que millones de años de evolución han elaborado hasta lograr la perfecta armonía de la biosfera. Es esencial que aprendamos a conocer y a respetar la función que desempeñan todas y cada una de las especies que aún coe-xisten con el hombre sobre el planeta Tierra, antes de que la desenfocada obra del hombre complete su ininterrumpida destrucción.
Los autores
Artículo de la enciclopedia de la fauna ibérica de Felix Rodriguez de la Fuente, ilustrado con los cuadros de Lobos ibéricos del pintor Manuel Sosa. Estás invitado a disfrutar de su obra completa en la web de su galería